Hace poco
pude conocer a Karen, una mujer australiana con una amplia sonrisa, llena de
amor por la vida y por la gente. Al verla, nadie podría imaginar que sufrió una
trágica pérdida de la que muchos no habrían podido salir.
Fue hace unos años cuando
ella junto con su esposo e hijas vivían en Quito. Karen era enfermera y a
más de su trabajo se ocupaba de varias tareas misioneras como enseñar estudios
bíblicos, conducir un programa de radio y visitar la cárcel de mujeres. De
hecho, su tercera hija nació durante su tiempo de servicio en el Hospital Vozandes-Shell
en la selva amazónica.
Transcurría noviembre del
2003 cuando sucedió lo inimaginable. Sarah, la segunda hija del matrimonio e
Iliana, la más pequeña, tomaban un baño en el departamento de la familia sin
saber que la llama piloto del calefón no estaba funcionando bien. El gas
lentamente las durmió.