domingo, 27 de marzo de 2011

Chocolate


Tiritaba yo en la tarde hiela. Estaba oscura y, por lo gris, triste. En amenaza de lluvia, pensé: un poco de leche y canela. ¡Chocolate! Asentiste con ojos dulces y sonrisa cómplice. No hay nada mejor que la espuma de esa mirada nueva. Al romper el hervor mecí, hasta que se disuelva. Una pizca de sal. Luego de batir y batir, ¡ya para qué el poncho! Ese aroma que invade e invita trajo de lejos al friolento más pequeño. Entre brrrs y muchas palabras, preparó la mesa. Queso, pan del horno y, a lo gringo, un poco de marshmallows. Con la expectativa de juguete nuevo llamaron con insistencia al papá. Ahora sí, la mesa llena. La cocina tibia. Las manos que abrazan el calor de la taza mientras el queso se desvanece al compás de la cuchara.